Luis Cernuda

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Nace en 1902 en Sevilla. Allí fue alumno de P.Salinas. Partidario de la República, se exilia en 1938. Viaja por G.Bretaña y Estados Unidos y muere en México, en 1963. Soledad, dolor, sensibilidad... son notas características de la personalidad de Cernuda. Su descontento con el mundo y su rebeldía se deben, en gran medida, a su condición de homosexual, a su conciencia de ser un marginado. Admite ser un "inadaptado". Sus principales influencias proceden de autores románticos: Keats, Hölderling, Bécquer... También de los clásicos, en especial de Garcilaso. Hay una voluntad de síntesis muy propia del 27.

Su obra se basa en el contraste entre la su anhelo de realización personal (el deseo) y los límites impuestos por el mundo que le rodea (la realidad). Es una poesía de raíz romántica. Los temas más habituales son la soledad, el deseo de un mundo habitable y, sobre todo, el amor (exaltado o insatisfecho). Posee Cernuda un estilo muy personal, alejado de las modas. En sus inicios toca la poesía pura, el clasicismo y el Surrealismo, pero a partir de 1932 inicia un estilo personal, cada vez más sencillo (de una sencillez lúcidamente elaborada), basado en un triple rechazo: -De los ritmos muy marcados (uso fundamental de versículos). -De la rima. -Del lenguaje brillante y lleno de imágenes: desea acercarse al "lenguaje hablado, y el tono coloquial" (lenguaje coloquial que esconde una profunda elaboración. Desde 1936 Cernuda reúne sus libros bajo un mismo título: La realidad y el deseo, que se va engrosando hasta su versión definitiva, en 1964. Esta obra está formada por varios ciclos:

1)Inicios: poesía pura (Perfil del aire, 1924-27; fue muy mal recibida; D.Alonso declara que aún estaba "inmaduro") y clásica garcilasiana (Égloga, elegía y oda, 1927-28) 2)Surrealismo: Un río, un amor, 1929; Los placeres prohibidos, 1931. 3)Su obra capital es Donde habite el olvido (1932-33), con un lenguaje ya propio; es un libro desolado y triste, tremendamente sincero. En esta línea se sitúa Invocaciones a las gracias del mundo (1934-35), que incluye el poema "Soliloquio del farero", sobre el tema de la soledad. [Publica aún Las Nubes, en 1940, y Con las Horas Contadas, en 1956.] Tres temas fundamentales en esta obra: la belleza de los cuerpos masculinos, el destino del artista, la filosofía de la soledad.

Después de la guerra continúa con su línea de depuración estilística, y trata temas como el de la patria perdida, recordada con añoranza o rechazada. Persiste su amargura. Desolación de la quimera (1956-62): es un balance final, sin retractarse ni disculparse. En prosa escribe Ocnos (1942), evocación de Andalucía desde la distancia, y Variaciones sobre tema mexicano. También fue un crítico literario bastante agudo. Y traductor (de Hölderlin y Shakespeare).

Texto de Juan Antonio González Romano, no excelente sítio sobre poesia em espanhol: www.los-poetas.com.




Antoni Tàpies



















POEMAS

A UN POETA MUERTO

(F.G.L.)


Así como en la roca nunca vemos
La clara flor abrirse,
Entre un pueblo hosco y duro
No brilla hermosamente
El fresco y alto ornato de la vida.
Por esto te mataron, porque eras
Verdor en nuestra tierra árida
Y azul en nuestro oscuro aire.

Leve es la parte de la vida
Que como dioses rescatan los poetas.
El odio y destrucción perduran siempre
Sordamente en la entraña
Toda hiel sempiterna del español terrible,
Que acecha lo cimero
Con su piedra en la mano.

Triste sino nacer
Con algún don ilustre
Aquí, donde los hombres
En su miseria sólo saben
El insulto, la mofa, el recelo profundo
Ante aquel que ilumina las palabras opacas
Por el oculto fuego originario.

La sal de nuestro mundo eras,
Vivo estabas como un rayo de sol,
Y ya es tan sólo tu recuerdo
Quien yerra y pasa, acariciando
El muro de los cuerpos
Con el dejo de las adormideras
Que nuestros predecesores ingirieron
A orillas del olvido.

Si tu ángel acude a la memoria,
Sombras son estos hombres
Que aún palpitan tras las malezas de la tierra;
La muerte se diría
Más viva que la vida
Porque tú estás con ella,
Pasado el arco de tu vasto imperio,
Poblándola de pájaros y hojas
Con tu gracia y tu juventud incomparables.

Aquí la primavera luce ahora.
Mira los radiantes mancebos
Que vivo tanto amaste
Efímeros pasar junto al fulgor del mar.
Desnudos cuerpos bellos que se llevan
Tras de sí los deseos
Con su exquisita forma, y sólo encierran
Amargo zumo, que no alberga su espíritu
Un destello de amor ni de alto pensamiento.

Igual todo prosigue,
Como entonces, tan mágico,
Que parece imposible
La sombra en que has caído.
Mas un inmenso afán oculto advierte
Que su ignoto aguijón tan sólo puede
Aplacarse en nosotros con la muerte,
Como el afán del agua,
A quien no basta esculpirse en las olas,
Sino perderse anónima
En los limbos del mar.

Pero antes no sabías
La realidad más honda de este mundo:
El odio, el triste odio de los hombres,
Que en ti señalar quiso
Por el acero horrible su victoria,
Con tu angustia postrera
Bajo la luz tranquila de Granada,
Distante entre cipreses y laureles,
Y entre tus propias gentes
Y por las mismas manos
Que un día servilmente te halagaran.

Para el poeta la muerte es la victoria;
Un viento demoníaco le impulsa por la vida,
Y si una fuerza ciega
Sin comprensión de amor
Transforma por un crimen
A ti, cantor, en héroe,
Contempla en cambio, hermano,
Cómo entre la tristeza y el desdén
Un poder más magnánimo permite a tus amigos
En un rincón pudrirse libremente.

Tenga tu sombra paz,
Busque otros valles,
Un río donde del viento
Se lleve los sonidos entre juncos
Y lirios y el encanto
Tan viejo de las aguas elocuentes,
En donde el eco como la gloria humana ruede,
Como ella de remoto,
Ajeno como ella y tan estéril.

Halle tu gran afán enajenado
El puro amor de un dios adolescente
Entre el verdor de las rosas eternas;
Porque este ansia divina, perdida aquí en la tierra,
Tras de tanto dolor y dejamiento,
Con su propia grandeza nos advierte
De alguna mente creadora inmensa,
Que concibe al poeta cual lengua de su gloria
Y luego le consuela a través de la muerte.






YO FUI


Yo fui.

Columna ardiente, luna de primavera,
Mar dorado, ojos grandes.

Busqué lo que pensaba;
Pensé, como al amanecer en sueño lánguido,
Lo que pinta el deseo en días adolescentes.

Canté, subí,
Fui luz un día
Arrastrado en la llama.

Como un golpe de viento
Que deshace la sombra,
Caí en lo negro,
En el mundo insaciable.

He sido.





   Antoni Tàpies















         






¿SON TODOS FELICES?


El honor de vivir con honor gloriosamente,
El patriotismo hacia la patria sin nombre,
El sacrificio, el deber de labios amarillos,
No valen un hierro devorando
Poco a poco algún cuerpo triste a causa de ellos mismos.

Abajo pues la virtud, el orden, la miseria;
Abajo todo, todo, excepto la derrota,
Derrota hasta los dientes, hasta ese espacio helado
De una cabeza abierta en dos a través de soledades,
Sabiendo nada más que vivir es estar a solas con la muerte.

Ni siquiera esperar ese pájaro con brazos de mujer,
Con voz de hombre, oscurecida deliciosamente,
Porque un pájaro, aunque sea enamorado,
No merece aguardarle, como cualquier monarca
Aguarda que las torres maduren hasta frutos podridos.

Gritemos sólo,
Gritemos a un ala enteramente,
Para hundir tantos cielos,
Tocando entonces soledades con mano disecada.




 Antoni Tàpies















                   

UN ESPAÑOL HABLA DE SU TIERRA


Las playas, parameras
Al rubio sol durmiendo,
Los oteros, las vegas
En paz, a solas, lejos;

Los castillos, ermitas,
Cortijos y conventos,
La vida con la historia,
Tan dulces al recuerdo,

Ellos, los vencedores
Caínes sempiternos,
De todo me arrancaron.
Me dejan el destierro.

Una mano divina
Tu tierra alzó en mi cuerpo
Y allí la voz dispuso
Que hablase tu silencio.

Contigo solo estaba,
En ti sola creyendo;
Pensar tu nombre ahora
Envenena mis sueños.

Amargos son los días
De la vida, viviendo
Sólo una larga espera
A fuerza de recuerdos.

Un día, tú ya libre
De la mentira de ellos,
Me buscarás. Entonces
¿Qué ha de decir un muerto?


 

Antoni Tàpies












                           





PASATIEMPO


Tu tierra está perdida
Para ti, y hasta olvidas,
Por cerrada, la herida.

Tu trabajo, en secreto,
Con moneda de viento
Pagado por los menos.

¿Qué hacer entonces, dices,
Cuando nada te asiste
Y el tiempo te desviste?

De algún azar espera
Que un cuerpo joven sea
Pretexto en tu existencia.

Acaso el amor puede
Tener aquellos seres
Que todo marco exceden.




 Antoni Tàpies














                           




PEREGRINO


¿Volver? Vuelva el que tenga
Tras largos años, tras un largo viaje,
Cansancio del camino y la codicia
De su tierra, su casa, sus amigos,
Del amor que al regreso fiel le espera.

Mas, ¿tú? ¿Volver? Regresar no piensas,
Sino seguir libre adelante,
Disponible por siempre, mozo o viejo,
Sin hijo que te busque, como a Ulises,
Sin Itaca que aguarde y sin Penélope.

Sigue, sigue adelante y no regreses,
Fiel hasta el fin del camino y tu vida,
No eches de menos un destino más fácil,
Tus pies sobre la tierra antes no hollada,
Tus ojos frente a lo antes nunca visto.


                   
Antoni Tàpies

















TIEMPO DE VIVIR, TIEMPO DE DORMIR


Ya es de noche. Vas a la ventana.
El jardín está oscuro abajo.
Ves el lucero de la tarde
Latiendo en fulgor solitario.

Y quietamente te detienes.
Dentro de ti algo se queja:
Esa hermosura no atendida
Te seduce y reclama afuera.

Encanto de estar vivo, el hombre
Sólo siente en raros momentos
Y aún necesita compartirlos
Para aprender la sombra, el sueño.

Antoni Tàpies















EL ANDALUZ


Sombra hecha de luz,
Que templado repele,
Es fuego con nieve
El andaluz.

Enigma al trasluz
Pues va entre gente solo,
Es amor con odio
El andaluz.

Oh hermano mío, tú.
Dios, que te crea,
Será quien comprenda
Al andaluz.     
      


Antoni Tàpies






















LIMBO


La plaza sola (gris el aire, 
negros los árboles, la tierra 
manchada por la nieve), 
parecía, no realidad, mas copia 
triste sin realidad. Entonces, 
ante el umbral, dijiste: 
viviendo aquí serías 
fantasma de ti mismo. 

Inhóspita en su adorno 
parsimonioso, porcelanas, bronces, 
muebles chinos, la casa 
oscura toda era, 
pálidas sus ventanas sobre el río, 
y el color se escondía 
en un retablo español, en un lienzo 
francés, su brío amedrentado. 

Entre aquellos despojos, 
proyecto, el dueño estaba 
sentado junto a su retrato 
por artista a la moda en años idos, 
imagen fatua y fácil 
del dilettante, divertido entonces 
comprando lo que una fe creara 
en otro tiempo y otra tierra. 

Allí con sus iguales, 
damas imperativas bajo sus afeites, 
caballeros seguros de sí mismos, 
rito social cumplía, 
y entre el diálogo moroso, 
tú oyendo alguien me dijo: "Me ofrecieron 
la primera edición de un poeta raro, 
y la he comprado", tu emoción callaste. 

Así, pensabas, el poeta 
vive para esto, para esto 
noches y días amargos, sin ayuda 
de nadie, en la contienda 
adonde, como el fénix, muere y nace, 
para que años después, siglos 
después, obtenga al fin el displicente 
favor de un grande en este mundo. 

Su vida ya puede excusarse, 
porque ha muerto del todo; 
su trabajo ahora cuenta, 
domesticado para el mundo de ellos, 
como otro objeto vano, 
otro ornamento inútil; 
y tú cobarde, mudo 
te despediste ahí, como el que asiente, 
más allá de la muerte, a la injusticia. 

Mejor la destrucción, el fuego.


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