Marosa di Giorgio
Los leones rondaban la casa...
Los leones rondaban
la casa.
Los leones siempre
rondaron.
Siempre se dijo que
los leones rondaron siempre.
Parecían salir de los
paraísos y el rosal.
Los leones eran
sucios y dorados.
Ellos eran muy
bellos.
Los ojos como perlas.
Y un broche brillante en el pecho
entre aquel pelo
áureo.
Los leones entraron a
la casa.
Corrimos a esconder
los floreros de sal, de azúcar, el cometa
Halley, las
queridísimas sábanas nevadas, la colección
estampillas. Y a
traer los sudarios.
Los leones eran al
mismo tiempo, presentes e invisibles, al
mismo tiempo,
visibles e invisibles.
Se oía el rumor de la
leche que robaban, el clamor de la miel
y la carne que
cortaban.
Llevaron hacia afuera
a la abuela oscura, la que tenía una
guía de rositas
alrededor del corazón.
Y la comieron
fríamente. Como en un simulacro.
Y –como si hubiese
sido un simulacro!– ella tornó a la
casa y dijo: –Los
leones rondaron siempre. Están delante
de los paraísos y el
rosal. Dijo: –Los leones están acá.
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